RESEÑAS

DUPLÁ, Antonio; NÚÑEZ, Christian; REIMOND, Grégory (eds.). Pasión por la historia antigua. De Gibbon a nuestros días. Pamplona: Urgoiti Editores, 2021, 416 pp. [ISBN: 978-84-121036-6-3]

Nos encontramos ante una publicación muy interesante, y que atestigua la creciente importancia que, en nuestro país, se está concediendo a la reflexión historiográfica. Como señalan los editores en la introducción al volumen, la incorporación española al debate historiográfico, aunque tardía, ha dado lugar a obras de un gran interés. Desde un punto de vista estructural, todos los capítulos de este libro poseen un esquema básico común, que no obstante ha otorgado notable libertad a cada contribuyente. En primer lugar, se comentan la biografía de cada uno de los autores y las autoras seleccionados; después se contextualiza su figura dentro de sus respectivas sociedades, sobre todo de cara a conocer las influencias que recibieron; finalmente, se comentan por qué son importantes dentro de sus respectivos ámbitos de estudio, y se proporcionan unas breves pinceladas acerca de sus obras más importantes y su recepción posterior.

El primer capítulo, escrito por Eleonora dell' Elicine (pp. 15-30), se detiene en la enorme importancia de Edward Gibbon dentro del proceso de conformación de la historia antigua. Así, en este primer estudio se destaca la complejidad de The History of the Decline and Fall of the Roman Empire frente a las lecturas parciales de esta monumental obra que predominan en la actualidad. Estas últimas han conseguido que Edward Gibbon fuera considerado por muchos como alguien que defendía que el triunfo del cristianismo fue la principal causa que motivó la caída del Imperio romano. Lejos de ello, la autora de este trabajo demuestra que la verdadera ambición del estudioso inglés no pasaba por identificar las causas de la caída del Imperio romano, sino tan solo señalar los cambios y las revoluciones que jalonaron este largo proceso.

El capítulo 2, centrado en la figura de George Grote y escrito por Laura Sancho Rocher (pp. 31-50), proporciona datos no solo acerca de la vida y educación de este importante político e historiador inglés, sino que también se detiene en sus conexiones personales, especialmente con Jeremy Bentham, John Stuart Mill y su esposa Harriet, muy activa socialmente. A continuación, y tras señalar las principales historias de Grecia que se habían publicado con anterioridad, la autora destaca algunos de los puntos más importantes dentro de su famosa Historia de Grecia (1846-1856). Así, se incide en que, frente a la historiografía conservadora, la obra de Grote abrió nuevos caminos dentro de la investigación, especialmente con relación a la concepción de la democracia ateniense y a la consideración de figuras que, como los sofistas y los demagogos, habían sido vilipendiadas por varias generaciones de estudiosos.

El capítulo 3, escrito por Gloria Mora, analiza la prolífica figura de Johann Gustav Droysen (pp. 51-71), quien fue capaz de escribir obras muy relevantes antes de cumplir los treinta años. Este estudioso abarcó, a lo largo de su vida, tres campos de estudio. En el primero de ellos, se dedicó, sobre todo, al análisis de la Grecia Helenística -período silenciado de la historia- a través de su Geschichte Alexanders des Großen (1833) y su Geschichte des Hellenismus (1836; 1843). Muy interesado en el presente, y profundamente convencido de la necesidad de que Alemania se reunificara a través de Prusia, Droysen publicó su monumental Geschichte der preußischen Politik (bis 1756) (1855-1886) y una biografía sobre Federico II de Prusia (1872) en la que, además de compararlo con Alejandro Magno, quedaba muy clara su creencia en el papel de las "grandes personalidades" en la historia. Finalmente, Droysen, muy interesado en la metodología de la historia, contribuyó a legitimar el conocimiento histórico como una disciplina independiente.

El capítulo 4, obra de Antonio Duplá (pp. 73-93), aborda la imponente figura de Theodor Mommsen (1817-1903), quien compatibilizó una inusitada actividad académica con una notable carrera política que le llevó a ser diputado hasta en tres ocasiones. El profesor Duplá demuestra a la perfección cómo la sombra de Mommsen continúa siendo muy alargada incluso en la actualidad. Así, el estudioso alemán no solo destacó por su famosa Historia de Roma -que le hizo merecedor del premio Nóbel de Literatura en 1902- sino también por su Derecho Público Romano y su Derecho Penal Romano, obras que, aun hoy, siguen resultado de obligada consulta. Paralelamente a su actividad en solitario, Mommsen fue, también, el ideólogo e impulsor del Corpus Inscriptionum Latinarum (CIL), la mayor compilación de epígrafes latinos que se ha realizado nunca. Hombre de muchos saberes, impulsó una nueva forma de analizar la antigüedad en la que debía hacerse uso de todo tipo de fuentes. Su obra fue -y continúa siendo- una de las principales demostraciones prácticas de la importancia de la interdisciplinariedad.

El quinto capítulo, dedicado a la figura de Fustel de Coulanges (pp. 95-114) y escrito por Grégory Reimond, aborda a un estudioso muy difícil de clasificar y que hizo gala de una metodología de análisis y unas ideas muy diferentes a las sostenidas por Theodor Mommsen. Este capítulo, si lo comparamos con el inmediatamente anterior, muestra con solvencia las notables diferencias existentes entre las formas de "historiar" vigentes en Francia y Alemania durante la segunda mitad del siglo XIX. Así, frente a la Römische Geschichte del alemán, escrita con la finalidad de impactar al gran público, La cité antique de Fustel de Coulanges (1864) ambicionaba, simplemente, explicar este tema con exactitud y sencillez. Pese a las críticas que este trabajo recibió en su momento, lo cierto es que se trata de una obra muy bien documentada y que hizo un uso pionero de la Antropología y el método comparativo para realizar una "historia de larga duración" que sería muy influyente en Francia hasta el período de entreguerras.

El capítulo seis, escrito por Rosa María Cid López (pp. 115-136) se centra en la poderosa figura de Jane Ellen Harrison (1850-1928), una de las pioneras dentro del helenismo británico. Formada en el Newnham College de la Universidad de Cambridge, Harrison sufrió en sus propias carnes la misoginia de la sociedad victoriana, pues, a pesar de sus profundos conocimientos sobre la sociedad griega, jamás consiguió ostentar un puesto académico. La autora de este capítulo destaca que, a pesar de esta frustración personal, Harrison fue una persona muy activa social e intelectualmente, consiguiendo dejar notable impronta dentro de los estudios dedicados a la religión griega, especialmente gracias a tres obras, sus Prolegomena, Themis y Epilegomena, que, aunque no son muy citadas hoy en día, han sido muy importantes para nuestra disciplina.

El séptimo capítulo, elaborado por Antonio Aguilera (pp. 137-159), aborda la figura de Mijaíl Ivánovich Rostóvtzeff (1870-1952), uno de los historiadores rusos más importantes del siglo XX. Se destacan, sobre todo, los distintos viajes formativos que realizó, y que resultan esenciales para comprender no solo su impresionante red de contactos europeos -que le permitieron huir de Rusia tras el ascenso bolchevique-, sino también algunas de las claves de su obra, que se encontraba a medio camino entre la Arqueología y la Historia. Dentro de su extensísima producción escrita destacan, sin lugar a duda, dos trabajos superlativos: su Historia económica y social del Imperio Romano (1926) y su Historia económica y social del Mundo Helenístico (1941), posiblemente las últimas grandes historias escritas por una sola persona.

El capítulo 8, firmado por Ricardo del Molino García (pp. 161-178), analiza la figura de Eric Robertson Dodds, autor irlandés que es especialmente conocido por un innovador libro, titulado Los griegos y lo irracional (1951), que recoge el contenido de las Sather Lectures que pronunció en la Universidad de California en Berkeley en 1949. Dodds fue alguien especialmente interesado en la religión griega, en lo sobrenatural y en diferentes aspectos dentro de la psicología social. Fue, además, uno de los primeros en interpretar los textos griegos a partir de la psicología y la antropología. Su gran conocimiento de la filosofía neoplatónica (especialmente de Plotino) le permitió hablar con enorme sabiduría del mundo romano. En este sentido, es de destacar su libro Paganos y cristianos en una época de angustia (1965), en el que se analizaba la experiencia religiosa desde Marco Aurelio a Constantino.

En el capítulo 9, dedicado a la figura de Joseph Vogt (1895-1986) y escrito por Christian Núñez López (pp. 179-199) se destacan los rasgos nacionalsocialistas presentes dentro de la investigación de este prestigioso profesor alemán, aspecto que explica su continuidad profesional tras el acceso al poder del nazismo en Alemania. Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, Vogt reorientó sus investigaciones para perpetuar su influencia. Alejado ya de la historia política, dedicó sus esfuerzos a explicar la tardoantigüedad y la esclavitud antigua. Sus trabajos en esta última línea de investigación fueron férreamente criticados tanto por Moses Finley como por los historiadores marxistas. A pesar de su tenebroso pasado, nos encontramos ante una figura académica de primer orden, y que fue el impulsor, entre otras muchas iniciativas, de la prestigiosa Aufstieg und Niedergang der römischen Welt (1972).

El décimo capítulo, escrito por Mikel Gago (pp. 201-221) aborda la imponente figura de Ronald Syme (1903-1989), quien tendría una dilatada experiencia en la Universidad de Oxford, primero como estudiante y, después, como profesor. El grueso del capítulo reseña brevemente su abundante e importantísima producción bibliográfica, desde sus primeros estudios sobre los limes del Imperio romano a sus sesudos análisis prosopográficos de las élites romanas, que fue inaugurado con la que sería su obra más conocida, The Roman Revolution (1939). Aunque ningún otro de sus textos sería tan leído, lo cierto es que su Tacitus (1958), su Sullust (1964), sus trabajos sobre la Historia Augusta, su Ovid (1978) o The Augustan Aristocracy (1986) constituyen referencias ineludibles dentro de la historiografía dedicada a la República y al Imperio Romano. A pesar de ello, Syme no destacó, al contrario que muchos de los protagonistas de los distintos capítulos reseñados hasta ahora, por sus innovaciones metodológicas.

El capítulo 11 (pp. 223-239), elaborado por César Sierra Martín, estudia la figura de Arnaldo Momigliano (1908-1987), relativamente olvidada por profesores y alumnos dentro de la Universidad española. Formado inicialmente en Turín, Momigliano acudió, en 1929, a Roma, acompañando a su maestro -Gaetano De Sanctis-, quien había recibido la cátedra de Historia de Roma en La Sapienza. Tras una fulgurante (y breve) trayectoria académica, en la cual coqueteó con el fascismo, la aprobación de las leyes raciales de 1938 le llevaron a exiliarse a Inglaterra, donde trabajaría, primero, en Bristol y, más tarde, en el University College de Londres. Allí no solo sería uno de los máximos impulsores de los seminarios celebrados en el Warburg Institute, sino que también comenzó a interesarse, como ocurre en este libro, por la historia de la historiografía. Entre sus numerosas publicaciones (se le atribuyen unas 1.000),1 podríamos destacar su temprana Filippo il Macedone (1934), The Development of Greek Biography (1971), Allien Wisdom: The Limits of Hellenization (1975) y The Classical Foundations of Modern Historiography (1990).

Ricardo Martínez Lacy analiza, en el capítulo 12 (pp. 241-261), a uno de los máximos rivales de Momigliano, Moses Israel Finley (1912-1986). Niño prodigio, se graduó en psicología cuando apenas tenía quince años. Pese a ello, no se dedicó exclusivamente a la investigación hasta la publicación de su tesis doctoral, titulada Studies in Land and Credit in Ancient Athens, 500-200 B.C. (1952), sino que desempeñó distintas funciones, algunas de ellas políticas. El rechazo americano a su pasado comunista fue, precisamente, el que le llevó a establecerse en la Universidad de Cambridge, donde desarrollaría el resto de su actividad profesional. Pese a que el capítulo repasa buena parte de la producción de Finley, Martínez Lacy se centra, preferentemente, en The Ancient Economy (1973), libro en el que se cuestionaron varias de las creencias más arraigadas respecto a la economía antigua. También se otorga gran importancia a otras dos de sus publicaciones, Ancient Slavery and Modern Ideology (1980) y Politics in the Ancient World (1981), debido a sus interesantes aportaciones. Pero Finley fue capaz, también, de realizar profundas reflexiones sobre metodología histórica. Este es, quizás, su faceta más olvidada actualmente.

El capítulo 13, escrito por Jordi Cortadella Morral (pp. 263-284) aborda la polifacética figura de Santo Mazzarino (1916-1987), perfectamente capaz tanto de estudiar los grandes aspectos de la tardoantigüedad como de abordar, con gran perspicacia, los orígenes de Grecia y Roma. A partir del análisis detallado de su obra, el profesor Cortadella afirma que nos encontramos ante "un historiador que se interesa principalmente por las fases embrionarias o disolutivas de los sistemas" (p. 268). Una de las partes más interesantes de este capítulo es aquella que repasa la inserción de Mazzarino en el rígido sistema docente que imperaba, a mediados del siglo XX, en las Universidades italianas. En una última sección se recogen, una por una, las principales aportaciones del estudioso italiano, incidiendo, sobre todo, en sus aspectos más novedosos y rompedores respecto a la historiografía previa.

La figura de Elena Mikhailovna Staerman (1914-1991) es objeto de estudio en el capítulo 14, elaborado por Mariano Requena (pp. 285-301). El epígrafe comienza deteniéndose, de manera relativamente extensa, en el contexto social e intelectual en el que se formó la autora, que llegó a tener gran reconocimiento dentro de la Unión Soviética, y ello a pesar de que no se mantuvo siempre de acuerdo con la ortodoxia del Partido Comunista. Seguidamente, y en una segunda parte, se hace una breve explicación de los ejes principales de su obra, centrada, sobre todo, en la historia de la esclavitud en la antigua Roma (aspecto al que dedicó la mayoría de sus publicaciones) y en el estudio de la cultura y la ideología de las clases populares, como testimonia su Moralidad y religión de las clases oprimidas del Imperio Romano (1961).

El capítulo 15, realizado por Carlos García Mac Gaw (pp. 303-322) analiza la figura de Geoffrey De Ste. Croix (1910-2000), quien fue tenista y soldado antes de ingresar en la Universidad a la edad de 34 años. Formado bajo la dirección de A. H. M. Jones, adquirió rápidamente una sólida formación académica, que le hizo recalar pronto en la Universidad de Cambridge, donde permanecería hasta su jubilación (1977). Trabajador incansable, su tesón no se tradujo, en cambio, en un número impresionante de publicaciones, sino en unas pocas de enorme calidad. Entre ellas deben destacarse The Origins of the Peloponnesian War (1972) y, sobre todo, su The Class Struggle in the Ancient Greek World (1981), que tuvo una importancia capital a la hora de señalar la importancia de la esclavitud para la comprensión de toda la estructura social y económica de las sociedades antiguas. Al final del capítulo, el profesor Mac Gaw señala, acertadamente, que Ste. Croix fue también un gran estudioso del cristianismo primitivo.

Julián Gallego analiza, en el capítulo 16 (pp. 323-341) a Jacqueline de Romilly (1913-2010), una de las helenistas más conocidas del siglo XX. La exposición de su ingente producción es realizada ateniéndose, sobre todo, a cuatro de sus grandes áreas de interés: en primer lugar, la obra de Tucídides, a través de la cual este autor, según de Romilly, trataba de explicar el imperialismo ateniense; en segundo término, la tragedia griega -sobre todo Esquilo y Eurípides- que es, sobre todo, analizada en sus aspectos emocionales. En tercer lugar, sus trabajos sobre distintos aspectos del pensamiento griego, como su libro La loi dans la pensée grecque des origines à Aristote (1971) y, sobre todo, su muy influyente La douceur dans la pensée grecque (1979). Por último, se señalan aquellos de sus estudios dedicados a la democracia, pues Jacqueline de Romilly fue, siempre, una autora capaz de superar la idealización de este sistema de gobierno para señalar algunos de los peligros y desafíos a los que la misma debió hacer frente desde sus mismos orígenes.

En el capítulo 17 (pp. 343-361) Ana Iriarte estudia a Nicole Loraux (1947-2003), estudiosa francesa que vio truncada su carrera académica debido a una enfermedad cerebral cuando apenas contaba con 51 años. En primer lugar, la profesora de la Universidad del País Vasco realiza un breve recorrido por las grandes figuras del "helenismo parisino" (Jacqueline de Romilly, Clémence Ramnoux, Jean-Pierre Vernant y Pierre Vidal-Naquet, entre otros), aspecto que resulta esencial para comprender la orientación de la obra de Nicole Loraux. A continuación, se destacan algunas de sus producciones más importantes, como L'invention d'Athènes (1981), Les enfants d'Athéna (1981), Façons tragiques de tuer une femme (1985), Les expériences de Tirésias. Le féminin et l'homme grec (1989) y La cité divisée. L'oubli dans la mémoire d'Athènes (1997). Nos encontramos, sin duda alguna, ante una pensadora diferente, muy versada en antropología histórica, y que fue capaz no solo de introducir nuevas categorías dentro de sus análisis, sino que, también, se mostró partidaria de utilizar un anacronismo controlado para lograr un mejor acceso a las sociedades del pasado.

El último capítulo del volumen, escrito por Clelia Martínez Maza (pp. 365-384), analiza la figura de Peter Brown (1935-), conocido en todo el mundo por haber establecido uno de los campos de estudio más dinámicos de las últimas décadas: la Antigüedad tardía. Formado en historia medieval dentro de la Universidad de Cambridge, llegó a la tardoantigüedad gracias, en parte, a la influencia de Henri Marrou, cuya obra le llevó a escribir su primera monografía, centrada en la figura de Agustín de Hipona (1967). En ella ya encontramos algunos de los rasgos que caracterizarán toda su producción escrita: su preocupación por abordar la longue durée, su gran capacidad de síntesis y su preocupación por analizar la experiencia de los grupos más humildes. Aunque su obra más famosa fue El mundo de la Antigüedad tardía (1971), es un autor bastante prolífico, llegando a ser uno de los primeros en interesarse por el cuerpo humano, como testimonia, por ejemplo, El cuerpo y la sociedad. Los cristianos y la renuncia sexual (1988). Sus últimas obras, como por ejemplo Por el ojo de una aguja (2012), evidencian una mente todavía activa y capaz de seguir produciendo trabajos de gran relevancia historiográfica.

Quisiera señalar -en la línea de lo afirmado por los editores en la introducción al volumen objeto de reseña- la enorme importancia de conocer, siquiera mínimamente, la vida y la obra de aquellas personas que más han contribuido a la conformación de la historia antigua en tanto que disciplina académica. Este libro presenta una serie de cualidades innegables. Entre ellas, podríamos citar su carácter novedoso, sintético y atento a la presentación de las especificidades propias de cada autor. Estos elementos hacen de esta publicación una adquisición obligada para toda biblioteca universitaria. Esta obra, además, destaca por otorgar un lugar propio a varias de las mujeres que, como Jane Harrison, Elena Staerman, Jacquelline de Romilly y Nicole Loraux, no solo consagraron su vida a Grecia y Roma, sino que fueron capaces de crear unas obras que aunaron novedad y erudición. Hubiera sido deseable que se incluyeran, también, algunos capítulos que abordaran la vida y la obra de algunos autores que, dedicados a la historia antigua, dirigieron sus carreras profesionales más allá de Grecia y Roma. Pero ese es, quizás, tema de otro libro distinto.

Borja Méndez Santiago
University of Manchester / Universidad de Oviedo
mendezsborja@uniovi.es

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1. Todas las publicaciones de Momigliano se reúnen en sus Contributi alla storia degli studi classici e del mondo antico (10 vols.), publicadas por la editorial Storia e Letteratura entre 1995 y 2010.